Tiene 93 años. Es sacerdote. Se rehusa a morir. La fuerza de su espíritu mantiene esos huesos que se mueven lentamente y esa piel que refleja muchos amaneceres y un poco más de ocasos. Día a día escribe, en su vieja Olivetti, una crónica de la jornada. «Es una pequeña historia universal, escrita en este pedacito de mundo» —dice él.
Su habitación es sencilla, está llena de libros, documentos, recortes y unos voluminosos tomos color rojo que están debidamente clasificados por año. El primero data de 1992 y en el último, aun sin empastar, se puede leer hasta la fecha de ayer. La crónica de hoy no ha finalizado, el papel sigue atrapado en el rodillo de la máquina de escribir. «Son las once de la mañana y este mundo puede cambiar en las próximas horas» —afirma.
Su diario es un legado para quienes, por curiosidad o por el azar, encuentren esos grandes libros rojos. Se niega a morir. Optó por vivir para siempre cuando se hizo historiador y amante de los relatos. Él, sus sentimientos y la historia, siempre vivirán en los tipos de la vieja Olivetti que cada día golpean esas eternas hojas blancas.
¡Larga vida al Padre Bernardo Herrera, sacerdote carmelita!