Habitamos un cuerpo. Tenemos forma y somos partes de un todo. Somos de colores. Hay altura y anchura. Nos duelen cosas. Somos felices de cómo nos vemos y el reflejo del espejo nos inquieta. Perdemos a otros que también tuvieron cuerpo y nos asusta perder el propio. En la infancia nuestra piel es alegría y con el paso de los años nos enseñan que es pecado. Nos gusta pecar – no es pecado que nos guste -. Queremos ser eternos. Somos finitos. Lo podemos casi todo y en un suspiro podemos desaparecer.
Somos cuerpo, mirada, palabras y anhelos también. Estamos, somos escucha, silencio y ausencia. Somos un cuerpo que piensa, siente y produce inmundicias. Nos quieren, nos desean, nos recuerdan. Amamos a otros que también tienen cuerpo. Hacemos ruido – ruidos salen de nuestro cuerpo -. Somos anónimos para la mayoría, somos indispensables para nuestro ínfimo e infinito mundo. Nuestro cuerpo porta bondad y somos potencialmente malos. Tenemos cuerpo: ¡somos! Habitamos un cuerpo. Un día no seremos cuerpo.

